Este magnífico palacio, situado en la plaza de la Ciudad Vieja, fue construido para el conde Goltz en el siglo XVIII, pero adquirió su nombre al pasar posteriormente a propiedad de los condes Kinsky. Lo que más destaca de esta construcción es que el palacio se encuentra adelantado con respecto al resto de edificios de la plaza, como queriendo acentúar especialmente su monumentalidad.
Según la leyenda, al presentar el proyecto de construcción al conde, el arquitecto le propuso adelantar el palacio a la línea de casas y así destacarlo del resto de edificios. El conde estaba encantado con la idea, pero sabía que los consejeros de Praga no lo aprobarían. Así que lo que hizo fue reunirse con algunos de ellos y ofrecerles dinero a cambio del permiso.
Además de esto, el conde decidió levantar unas murallas alrededor de la construcción de su nuevo palacio para que nadie viera la especial situación de dicha edificación. Pero resultó que, cuando la fachada del palacio superó en altura a la muralla, se empezó a ver que la construcción sobresalía del resto de casas, y los consejeros, muy molestos, citaron al conde para pedirle explicaciones y ordenar el inmediato derrumbe del palacio. El conde, haciéndose el inocente, mostró la autorización firmada por aquellos consejeros que había sobornado.
El fin de la historia esta muy claro: los tres consejeros traidores fueron acusados por aceptar el soborno y llevados a la horca por sus actos. Lo curioso es que no se sabe por qué, pero el palacio no fue derruido, sigue hoy día en su lugar. Actualmente funciona como centro de exposiciones temporales.
Seguiremos las leyendas de Ciudad Vieja en nuestra próxima entrega, donde hablaremos del turco de Ungelt. ¡Hasta entonces!