miércoles, 3 de febrero de 2010

El turco de Ungelt


En el patio de la iglesia del Týn, junto a la plaza de Ciudad Vieja, podemos ver multitud de terrazas de los bares anexos, además de alguna que otra tienda de souvenirs. Pero no siempre tuvo este patio la misma función. Antiguamente era conocido por ser el lugar de reunión de los mercaderes turcos, que vendían sus mercancías en tenderetes, además de reunirse en sus tabernas. El patio (conocido también como patio de Ungelt) funcionaba además como la aduana real.

La leyenda cuenta que uno de los taberneros de este patio tenía una hija bellísima, inalcanzable para cualquier pretendiente. Decían de ella que tenía un corazón de piedra. Esto cambió cierto día que llegaron unos mercaderes turcos a comerciar en el patio de Ungelt. Uno de ellos era un joven del cual la bella muchacha quedó prendada, y entre ellos surgió una secreta historia de amor. Pero pasado el tiempo de mercaderías, los turcos tuvieron que dejar la ciudad y seguir su camino. El joven le prometió a la muchacha que volvería, y ella le prometió esperar.

Pero resultó que se sucedieron varios años durante los cuales la muchacha se sintió cada vez más triste y deprimida, perdiendo la esperanza que tenía de la vuelta de su amado. Un joven del pueblo la cortejaba, le enviaba flores y poemas, y seguía intentando conseguir su amor a pesar de los continuos rechazos de la muchacha. Pero llegó el día en el que pasó lo que tenía que pasar: la bella joven se aburrió de tanto esperar y decidió finalmente casarse con el muchacho que la cortejaba.

La casualidad y el destino quiso que el turco volviera a Ungelt el mismo día de la boda de su amada, y cuando descubrió la historia se sintió muy triste y enfadado. Envió una nota a la joven para poder verla esa noche, y ella decidió acudir a pesar de haberse casado. Esa fue la última vez que su familia la vio con vida, ya que el turco decidió vengarse de la traición y asesinó a la joven.

Con los años encontraron la cabeza de la muchacha entre unos leños y pudieron darle sepultura. Como su amor era secreto, nadie conocía la identidad del asesino, pero los remordimientos pudieron con él y finalmente se suicidó por su terrible crimen. Algunas gentes del lugar cuentan que algunas noches de verano, el fantasma turco de Ungelt se pasea por el lugar arrastrando del largo pelo rubio la cabeza de su amada decapitada.

En nuestra próxima leyenda conoceremos por qué se llama así a la Casa de las Tres Rosas Blancas. ¡Hasta entonces!

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