En tiempos remotos vivía en la Ciudad Vieja de Praga una mujer noble y rica, pero muy malvada, que trataba muy mal a su servidumbre. Un día entró a sus servicios una muchacha campesina, muy amable y tranquila, que no por ello se libraba de los insultos y vejaciones de la malvada mujer.
Cierto día, la muchacha estaba ayudando a la señora a vestirse, cuando de pronto sonó la campana de la iglesia del Týn, por lo que la muchacha, tal y como le habían enseñado en su casa, dejó de ayudar a la señora y rápidamente se puso a rezar. Esto enfureció mucho a la mujer, quien reaccionó agarrando del cuello a la sirvienta y gritándole que no le pagaba por rezar, sino por servirle. Tan enfadada estaba que no se dio cuenta de que acababa de estrangular a la muchacha, provocándole la muerte.
La mujer logró salir impune del juicio al sobornar a los jueces con una buena suma de dinero, y pensó que seguiría su vida como siempre. Lo que ocurrió es que cada vez que oía tocar la campana del Týn le venían grandes arrepentimientos por el recuerdo de lo que le hizo a la joven sirvienta. Cuando no pudo más con el peso de su conciencia decidió fundir una pequeña campanilla de oro y colgarla de la torre del Týn en recuerdo a la muchacha. Tras esto repartió todos sus bienes entre los pobres e ingresó en un convento de clausura.
En la próxima historia conoceremos como fue la construcción del palacio Kinsky, situado en la plaza de Ciudad Vieja. ¡Hasta entonces!
No hay comentarios:
Publicar un comentario